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Real Club de piragüismo San Jaime

Zaragoza

Zaragoza, ciudad milenaria y corazón del valle del Ebro, ofrece un escenario privilegiado donde la arquitectura dialoga con el paisaje fluvial. A orillas del río Ebro, testigo de conquistas romanas, huellas islámicas y el esplendor barroco, se alza un nuevo proyecto que busca integrarse con respeto y visión contemporánea en este entorno cargado de memoria.

Desde el Puente de Piedra hasta la basílica del Pilar, la ribera del Ebro ha sido tradicionalmente un eje de conexión urbana y un espacio de transición entre la naturaleza y la ciudad construida. En los últimos años, Zaragoza ha apostado por revitalizar estos bordes fluviales, transformándolos en espacios públicos vibrantes y accesibles. En este marco se inscribe nuestro proyecto, concebido como una pieza más del mosaico urbano que busca unir pasado y futuro.

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La propuesta arquitectónica se inspira, entre otras cosas, en las formas suaves y cambiantes del río, con una edificación que respetan la escala del entorno y materiales que dialogan con los tonos terrosos y el reflejo del agua. Grandes ventanales y terrazas abiertas permiten que la vida interior se conecte con el paisaje, generando espacios donde la arquitectura acompaña el ritmo pausado del Ebro.

Más que un edificio, este proyecto quiere ser un lugar: un punto de encuentro entre cultura, naturaleza y arquitectura en una ciudad que no deja de mirar hacia el Ebro para redefinirse.

Proceso

Hablar de Enric Miralles (1955–2000) es hablar de una arquitectura que fluye, que se adapta, que reinterpreta el lugar con una mirada poética y profundamente personal. Su obra, radicalmente libre, rompe con los moldes tradicionales para tejer espacios que respiran, se despliegan y dialogan con su entorno como si fueran extensiones del paisaje mismo. Este arquitecto ha sido la principal referencia que ha marcado profundamente la dirección de este proyecto.

Cementerio de Igualada

Una de sus obras más sugerentes y a menudo poco mencionadas es el Club de Tiro con Arco en Bac de Roda, en Barcelona. Se trata de un proyecto que, aunque modesto en escala, condensa toda su poética. El edificio se hunde en el terreno, se funde con la topografía, y emerge como un gesto mínimo que no compite con el paisaje, sino que lo revela. La arquitectura se convierte en escenario silencioso, en tensión contenida, en espacio para la concentración y la conexión con el entorno.

Esa misma actitud puede trasladarse a un proyecto como un club de piragüismo, especialmente si se sitúa junto al río Ebro en Zaragoza. Como en Bac de Roda, el edificio puede convertirse en una prolongación del terreno, un umbral entre tierra y agua. Una arquitectura que no impone su forma, sino que acoge el fluir del río, la cadencia del remo, el silencio y la energía del cuerpo en movimiento.

Miralles no diseñaba objetos, sino situaciones. No dibujaba fachadas, sino recorridos. Su arquitectura invita al cuerpo a moverse, a descubrir, a participar. Así, un club de piraguas inspirado en su pensamiento puede aspirar a ser más que un refugio deportivo: puede ser un espacio donde naturaleza y arquitectura remen en la misma dirección.

Tiro con arco

Entrega Final
San Jaime
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